Cuando los frenos son de disco, las pastillas son protagonistas. Su contacto con el rotor reduce la velocidad. Hay fricción, como respuesta al pedal izquierdo y, a diferencia de sistemas como el de tambor, la libertad y exposición con la que aquel disco adorna cada extremo del eje le permite, entre otras cosas, una refrigeración constante o, más bien, permanente contacto con el aire.
Existen discos sólidos y ventilados, ambos trabajan con el mismo principio. Los discos sólidos son más comunes que los ventilados, pues cuando los instalan con agujeros y perforaciones de fábrica, insinúan un producto deportivo, con un frenado más exigente.
Los discos pueden estar en los dos ejes, aunque en muchos casos en los vehículos de entrada y algunas gamas medias aparecen únicamente en el delantero. Allí, hacia donde la inercia empuja la masa al frenar, el peso se va hacia adelante y habrá mayor exigencia y requerirá la operación de este sistema, en armonía con el de tambor atrás.
Si las pastillas se deterioran, lo hacen como la mayoría, los componentes de un carro o moto. Merecen una revisión constante y, por supuesto, la atención del conductor, con esa sensibilidad que le permita identificar un aumento en el tiempo de reacción y frenado, señales de un posible deterioro de cada par.
Por manual de fabricante, es poco común encontrar un kilometraje exacto de cambio de pastillas, por esto, no existe una temporalidad exacta que indique el momento en el que dueño de un vehículo debe acudir al taller para hacer un cambio de pastillas.
Las marcas de vehículos nunca ponen a qué kilometraje se deben cambiar, porque son un elemento o piezas de desgaste que no tienen una vida definida, sin embargo, hay unos rangos, pero estos dependen del uso y la composición que tengan las pastillas de freno.
La industria ha dispuesto diversos materiales y tamaños para que el frenado sea eficaz y, sobre todo, seguro en cada vehículo. Así, el mercado ofrece pastillas con diversos coeficientes de fricción, algunos más rígidos o duros que otros, con una interacción tan reactiva al pedal como invasiva al disco.
Los hábitos del conductor marcarán la vida útil de los componentes del freno, para este caso, las pastillas sufrirán cuando el piloto, por ejemplo, use el pedal del freno para reducir su velocidad en bajada y con el motor desacoplado a la transmisión, bajando en neutro. Se deteriorarán, en mayor medida también, al mantenerlo oprimido por varios metros y segundos antes de llegar a una posición de detención, por ejemplo, antes de llegar a un semáforo en rojo. Con estos malos hábitos el cambio de pastillas deberá ser más rápido, aproximadamente entre 5.000 km a 8.000 km, por tanto, es ideal tener una conducción donde se devuelven cambios y se ayude al vehículo con el motor a frenar un poco y liberar de cargas el sistema de frenado para obtener un balance, es decir, unas pastillas que pueden durar entre 25.000 a 30.000 km y hasta 45.000 km pero depende de la conducción.
Cuando las pastillas llegan a su límite, un inevitable y evidente chillido aparecerá al frenar. Algunos vehículos tienen un conector eléctrico, que, al llegar a su límite de desgaste, genera una señal en el tablero que indica el cambio. Cuando las pastillas se pasan de ese desgaste y no se reemplazan, afectarán el disco, con marcas profundas que no se puedan rectificar.